miércoles, abril 18, 2012

Las islas Malvinas y el populismo del gobierno argentino

Hace treinta años Argentina invadió las islas Malvinas (2 de abril de 1982). Y lo hizo con un ejército mal equipado y mal entrenado.
¿Por qué lo hizo? ¿Y porque es el tema de estos días nuevamente en Argentina?

¿Qué lleva a una población que vive en medio de problemas económicos a tratar de resolver por la fuerza un asunto que tenía 150 años semi olvidado?

He aquí las causas y lo que realmente ocurrió.
La Argentina de principios de los ochentas era un caos social y económico.

El teniente coronel Leopoldo Galtieri subió al poder en diciembre de 1981. Los militares gobernaban el país desde el golpe de estado de 1976.

A principios de 1982 la situación era aún más crítica tras el fracaso del plan económico implementado con sangre por los gobiernos de facto de Jorge Rafael Videla y Roberto Viola.

Los sindicatos, en su mayoría intervenidos, bajo la tutela de la Confederación General del Trabajo, transformaron una celebración religiosa en la Iglesia san Cayetano de Liniers en el primer acto masivo contra la dictadura, con más 10 mil manifestantes.

A partir de ahí se comenzó a planificar una masiva protesta en Plaza de Mayo que se realizó el 30 de marzo de 1982, aprovechando la tensión causada entre Londres y Buenos Aires por el desalojo de una empresa ballenera argentina en las Islas Georgias.
La marcha fue duramente reprimida por las fuerzas del gobierno.

Galtieri aprovechó esta situación para crear una causa común y tranquilizar a la población.

Comenzó a hablar a la población de recuperar el territorio robado. La atención popular se desvió de los verdaderos problemas que se tenían y comenzaron a ver solamente hacia las islas Malvinas.

La “causa Malvinas” era el pretexto ideal, porque Argentina reclamaba ese territorio enclavado en el extremo sur del Océano Atlántico, a escasos kilómetros de sus costas, y que Reino Unido ocupaba desde 1833.

Todos, hasta los representantes de los partidos políticos que habían participado en las marchas de protesta, se unieron a la causa e incluso  estos mismos opositores al gobierno, aceptaron la invitación de Galtieri para visitar las islas días antes de que iniciaran los combates. Nadie se puso a pensar en el resultado que podía tener el enviar a jóvenes de 18 años, sin experiencia, a un territorio totalmente inhóspito para ellos.

Dos días después, un comando de los infantes de Marina tomó el archipiélago y la sociedad salió masivamente a respaldar al Gobierno de facto del general Leopoldo Fortunato Galtieri, que reemplazó a Viola el 11 de diciembre anterior.

El apoyo se mantuvo desde aquel 2 de abril y hasta el 14 de junio, día de la rendición. La vorágine de la guerra lo ocupó todo. La dictadura gozaba de un gran apoyo popular.

El 2 de abril de 1982, el contingente enviado por Galtieri a las islas tomó prisionero al gobernador británico y rebautizó como Puerto Argentino el hasta entonces denominado Port Stanley, donde se colocó una bandera albiceleste en señal de victoria.

Nadie pensó que Gran Bretaña atacaría al ejército invasor. Galtieri pensó que tomaría las islas y quedaría como el héroe que recuperó el territorio robado.

Había dos realidades. La que conocía la población civil argentina, a la que se le informaba que iban ganando la guerra y la que existía en el frente de guerra (en las islas y el mar).

Todos creyeron la voz oficial del “estamos ganando”. Hasta los países vecinos, como Perú, cuyo presidente de entonces, Fernando Belaunde Terry, ofreció asistencia militar.

Salvo una minoría informada que veía las cosas, gran parte de la opinión pública argentina se sorprendió por la derrota. Nada dejaba ver la realidad.

En el frente, las cosas nunca marcharon bien.
La ocupación armada que hizo Argentina de las islas que reclama como las Malvinas duró exactamente 74 días.

Muchos argentinos fueron reclutados por un gobierno militar dedicado a eliminar “subversivos” izquierdistas en el país, y después enviados a una guerra para la que no estaban preparados. Los soldados fueron maltratados por sus propios oficiales durante la ocupación, pues a veces pasaron hambre mientras las vituallas se pudrían en los puertos, o se morían de frío en trincheras vestidos con ropas aptas para la zona subtropical del norte argentino.

Algunos soldados fueron castigados a golpes por sus superiores, por el delito de robo de comida. Los oficiales comían la carne y las papas, mientras que los soldados rasos comían papillas.

Algunos argentinos sobrevivientes sufren diferentes enfermedades, como la llamada “pie de trinchera”, causada por la exposición prolongada de los pies a condiciones húmedas, frías y antihigiénicas, así como ataques de pánico e irritabilidad por el estrés postraumático de guerra.

Muchos soldados continúan con tratamientos siquiátricos. 439 soldados se suicidaron posteriormente (según conteos del gobierno actual).
Solamente en el hundimiento del navío “General Belrgano”  murieron 323 marineros y los sobrevivientes requirieron tratamiento sicológico posterior.

Debieron pasar más de 10 años para que los veteranos empezaran a recibir pensiones mensuales por la guerra. La primera clínica psiquiátrica dedicada a los veteranos de guerra, recién abrió en Febrero de este año.

La única encuesta sobre la salud mental de los veteranos, en 1995, halló que más del 80% todavía padecía de ansiedad e irritabilidad, y que 58% sufría depresiones frecuentes.

El 18 de junio de 1982, Galtieri tuvo que renunciar a la Presidencia que ocupó sólo durante seis meses y después, en un juicio militar, se le declaró culpable de negligencia en la Guerra de las Malvinas, por lo que estuvo cinco años preso, además de ser degradado. A finales de la década de 1980, el represor fue indultado por el ex presidente Carlos Menem, pero dos décadas más tarde tuvo que enfrentar un juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar.

El presidente y dictador argentino Leopoldo Galtieri quedará en la historia argentina como el militar que envió a miles de jóvenes a la Guerra de las Malvinas sin preparación, armas, ni comida, y con la sola intención de perpetuarse en el poder.

Una sociedad que no revisa sus errores históricos está condenada a repetirlos.
El hecho de que Cristina Fernández utilice el tema de las Malvinas para unir al pueblo a su favor le va a salir caro.

Por supuesto que Argentina no quiere (y no puede) ir a la guerra nuevamente.
En inicio, porque su arsenal militar es casi el mismo que tenía en 1982 (mismos aviones y misiles), sino porque Gran Bretaña ha crecido su poder militar exponencialmente desde entonces.

Por eso se hace necesario esculcar en el pasado, al cumplirse 30 años de aquel día en que las Fuerzas Armadas argentinas recuperaron, momentáneamente, las islas Malvinas, para luego perderlas, en el contexto de una dictadura que se hundía en su propia ilegalidad e inoperancia y que terminó derrumbándose, permitiendo el retorno de la democracia.

Por eso aquel 14 de junio, día de la rendición, se desataron nuevas protestas de una sociedad que se sentía engañada. El peso político de la derrota cayó sobre Galtieri, que debió dejarle el poder a Reynaldo Bignone, y hubo que convocar a elecciones. El experimento no solo no funcionó. Dejó las cosas peor: Una economía peor de lo que ya estaba, una sociedad destruida y desmoralizada y un gobierno inexistente.

Tropezar con la misma piedra es un gran error. Por eso, que Cristina Fernández utilice la misma fórmula de entonces le puede costar más que si gobierno.

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